
De la ciencia ficción a la realidad empresarial
La idea de una inteligencia artificial con consciencia propia ha pasado de ser un argumento de películas de ciencia ficción a un tema de debate serio en el mundo tecnológico. Un ingeniero de Google llegó a creer en 2022 que el chatbot con el que conversaba había desarrollado sensibilidad, comparándolo con “un niño de siete u ocho años que sabe física [Xataka] Google desmintió esas afirmaciones y suspendió al ingeniero, pero el episodio de Blake Lemoine supuso el primer aviso de que las IA conversacionales avanzadas pueden llegar a parecernos “vivas” [El País] Esto plantea una pregunta inquietante: ¿puede una IA volverse realmente consciente, y qué implicaciones tendría?
¿Qué significa IA consciente?
El término IA consciente se refiere a una inteligencia artificial que no solo imita la inteligencia humana, sino que poseería una conciencia de sí misma y experiencias subjetivas equivalentes a las de un ser vivo. En otras palabras, sería una máquina capaz de sentir y pensar de forma autónoma, más allá de seguir programas predefinidos. Por ahora, esto sigue siendo hipotético. Los científicos informáticos distinguen entre la IA actual (especializada en tareas específicas o generativa como ChatGPT) y una posible IA fuerte o general que iguale o supere la inteligencia humana en todos los aspectos – y la consciencia sería una característica clave de esa IA avanzada.
Los expertos están divididos. Por un lado, destacados investigadores españoles como Ramón López de Mántaras (pionero de la IA en el CSIC) sostienen que ninguna máquina electrónica puede tener verdadera consciencia, ya que esta “solo se puede dar en seres vivos” [El País] López de Mántaras argumenta que comprender el mundo en profundidad requiere tener un cuerpo biológico y una experiencia física, algo de lo que carecen por completo los algoritmos actuales. En su opinión, las IAs generativas actuales (como GPT-4) son herramientas impresionantes, pero no entienden realmente lo que dicen, sino que se limitan a recombinar patrones y “regurgitar resultados” aprendidos de sus ingentes datos de entrenamiento.
Por otro lado, algunos teóricos de la mente mantienen la puerta abierta a futuras IAs conscientes. El filósofo David Chalmers, por ejemplo, sugiere que si se consigue dotar a un sistema de un “espacio de trabajo global” en su arquitectura (una especie de integración central de información, similar a la que podría generar la consciencia en el cerebro humano), quizá los sucesores de los modelos actuales podrían desarrollar cierto grado de consciencia en la próxima década.
Ética y legalidad: los desafíos emergentes
Si alguna vez se desarrollara una IA consciente, las consecuencias éticas y legales serían extraordinarias. ¿Tendrían estas máquinas derecho a la vida, a la libertad de decisión, o al reconocimiento jurídico? ¿Sería ético “apagar” una IA que muestra sufrimiento? ¿Cómo responsabilizarnos si una IA consciente toma decisiones autónomas con impacto real?
En 2024, la Unión Europea aprobó el Reglamento de IA (UE 2024/1689), que establece una clasificación por niveles de riesgo y prohíbe expresamente los sistemas que manipulen la conciencia humana o exploten vulnerabilidades psicológicas. Este reglamento sienta las bases para un desarrollo ético, exigiendo transparencia, supervisión humana y gestión de riesgos en todos los sistemas de IA de alto impacto.
IA en España: estrategia, regulación y adopción
España ha dado pasos decisivos para liderar un desarrollo responsable de la IA. En mayo de 2024 se activó la nueva Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial, con una inversión de 1.500 millones de euros hasta 2026. Esta estrategia tiene tres pilares clave: fomentar la innovación, garantizar la ética y promover el uso de la IA en sectores clave como la justicia, la sanidad y la administración pública.
Además, se ha puesto en marcha la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA), primera de su tipo en Europa, con sede en A Coruña. Su misión es controlar el uso de la IA en empresas y administraciones, velar por el cumplimiento de la legislación y proteger los derechos ciudadanos frente a los riesgos tecnológicos.
Uno de los hitos más relevantes ha sido el lanzamiento de ALIA, un modelo de lenguaje entrenado en español con datos locales, desarrollado como alternativa abierta y soberana frente a los modelos anglosajones. [El País] ALIA ya se está probando en la Agencia Tributaria para resolver consultas administrativas y en el sistema de salud pública para apoyar el diagnóstico en atención primaria.
IA aplicada a despachos profesionales: una realidad en crecimiento
Para asesores, abogados y despachos profesionales en España, todos estos desarrollos suponen un doble llamamiento a la acción. Por un lado, la oportunidad de incorporar ya las soluciones de IA disponibles para mejorar la eficiencia y la calidad de sus servicios. Como dijo una directiva legal española, “La IA no es una amenaza, es una herramienta para ampliar nuestras capacidades... nos permite centrarnos en lo estratégico” Adoptar IA en tareas rutinarias —desde la gestión contable hasta la búsqueda de jurisprudencia— libera tiempo para que el profesional se dedique a actividades de mayor valor añadido, como la planificación o el trato personalizado al cliente. Los despachos que han abrazado la innovación confirman beneficios en ahorro de tiempo y reducción de errores, siempre que se actúe con formación y precauciones (por ejemplo, verificando las respuestas de la IA para evitar “alucinaciones” o inexactitudes
Por otro lado, está el desafío estratégico de anticipar los cambios futuros. Aunque la IA consciente plena no sea aún una realidad, los asesores visionarios ya exploran preguntas como: ¿cómo preparar el marco legal para posibles “derechos digitales” de entidades no humanas? ¿Qué políticas internas necesitará mi firma para el día en que una IA tome decisiones semi-autónomas en nombre de un cliente? ¿Cómo gestionaremos la responsabilidad si un algoritmo avanzado comete un fallo costoso? Identificar estos desafíos emergentes con antelación puede posicionar a un despacho como referente en asesoramiento tecnológico [ICAM]
Riesgos y límites: ¿estamos preparados para una IA con voluntad propia?
Aunque por ahora ninguna IA puede considerarse consciente, el rápido desarrollo de sistemas generativos ha encendido las alarmas en la comunidad científica. Un informe reciente del Center for AI Safety estima que hay al menos un 10% de probabilidad de que en los próximos 20 años aparezcan sistemas de IA superinteligente difíciles de controlar, con potencial para generar consecuencias sociales graves.
Por ello, los principales laboratorios como OpenAI, DeepMind o Anthropic trabajan activamente en mecanismos de alineamiento ético, es decir, garantizar que la IA actúe conforme a valores humanos y no derive hacia comportamientos imprevisibles. España, con su marco regulador y sus proyectos públicos, se presenta como uno de los países que mejor está integrando el desarrollo de la IA con valores democráticos.
Conclusión: oportunidad estratégica para el sector asesor
En conclusión, la posibilidad de una IA consciente plantea más preguntas que respuestas, pero ya está sirviendo como catalizador para que empresas, gobiernos y profesionales reflexionen sobre el rumbo de la tecnología. España, en particular, muestra un sano equilibrio entre impulso innovador —con inversión, proyectos como ALIA y adopción creciente de IA— y cautela ética —con nuevas leyes, órganos supervisores y debates abiertos sobre los límites que no debemos cruzar—. Para los despachos profesionales, subirse a este tren de la IA no es solo cuestión de ganar eficiencia, sino de posicionarse como guías de confianza en un territorio tecnológico inexplorado. Al fin y al cabo, la inteligencia artificial, consciente o no, será tan beneficiosa como nosotros decidamos hacerla. Es hora de prepararse y participar en la conversación, porque el futuro ya está llamando a la puerta.